Cuando pensamos en María Dueñas, pensamos en viajes, en mujeres fuertes y en escenarios que cruzan océanos. Pero detrás de ese universo literario hay un punto de partida mucho más íntimo: su casa.
Un suspiro; una sonrisa triste; una historia que se repite. Las pisadas marrones de Fernando Aliaga quedan marcadas en el suelo de su vivienda de María de Huerva (Zaragoza), aquella que antes fue de ...
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